Han pasado cerca de 48 años desde que se implementó por primera vez el proyecto neoliberal en la Argentina y con él inicio la destrucción no sólo del entramado productivo soberano sino también -y como pre requisito- la de las instituciones que lo sostenían, llevando al pueblo a un proceso de disgregación crónico. En los siguientes párrafos se realizará un breve repaso histórico sobre la génesis de la inmoralidad usuraria y su dramático devenir en nuestro presente argentino.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos (Mateo 19, 23-30)
El presiponzi Milei protagonizó este Viernes 14/02 una estafa usuraria contra miles de pequeños usureros a lo largo del mundo que están convencidos de que la economía (derivativo de oikonomia) es sinónimo de timbear desde un dispositivo electrónico.
Los griegos tenían una palabra específica para esta práctica ejercida por el eunuco que ocupa actualmente la Casa Rosada y no era precisamente oikonomía sino crematística. Mientras que la oikonomía se entendía como el orden o administración de los bienes de la familia ampliada (unidades económico/productivas en la hélade), la crematística se encontraba vinculada al poco prestigioso acto de perseguir la acumulación de riqueza en términos individuales.
En la cultura helena (griega antigua) el prestigio se encontraba directamente vinculado al reconocimiento de los semejantes y a la pertenencia del individuo a una comunidad (oikos y/o polis) de la cuál era exponente. La crematística, para Aristóteles, debía encontrarse subordinada a la oikonomía, o sea a la subsistencia y reproducción del oikos y la polis, so pena de convertirse en una desviación antinatural y corruptora de las virtudes.
El cristianismo histórico (excluyendo a la reinterpretación protestante) es meridiano también en cuanto a la condena de las prácticas usurarias: Quién presta dinero con usura y exige intereses no merece vivir. (Ezequiel 18.13). El Islam, también perteneciente al cuerpo de creencias abrahámicas, condena la Riba -traducida como “usura” o “interés”- a través de su prohibición por la Sharia y en el Corán mismo: Oh vosotros que habéis creído, no consumáis riba, duplicada y multiplicada, sino temed a Allah para tener éxito. (Corán 3:130).
Podríamos remontarnos incluso al Rig Veda hindú (1500-1000 a.C.) o al mismísimo Código Hammurabi (1750 a.C.) y hallar prohibiciones, condenas o intentos de restricción a las practicas usurarias como las que protagonizó el presiponzi esta semana. Cabe preguntarnos entonces: ¿Cómo llegamos a esta situación? ¿Cómo es posible que un usurero / estafador llegue a consagrarse presidente del país que hace 215 años supo ponerse de pie y luchar en todo el cono sur contra la prepotencia colonialista, en defensa de los pueblos hermanos?

Crisis civilizatoria
Los reyes de Portugal, Castilla y Aragón, buscaron en la bendición papal la legitimidad para llevar adelante sus empresas de exploración y conquista. Se cometieron indudablemente infinidad de abusos contra las poblaciones originarias de América, Africa y el Asia indica durante el transcurso del siglo XV y XVI pero aún, en este período, la potencias coloniales se hallaban sujetas a un complejo de prescripciones ético/morales que las llevaron a buscar cristianizar o evangelizar a las poblaciones oprimidas o con las que entraba en contacto. El poder colonial, en definitiva, se encontraba intermediado por los intereses del propio Vaticano.
Para comprender el contexto europeo de finales del s XV es necesario sopesar el impacto de la caída de Constantinopla y la dispersión ortodoxa, la inestabilidad proyectada sobre las rutas comerciales mediterráneas por el avance Otomano y el de la disputa sucesoria resultante sobre la península italiana, que tenía como objetivo metaterritorial el control o la influencia sobre los Estados Pontificios y la proyección geoespiritual emanada por el Vaticano. Esto explica por qué entre las bulas Alejandrinas (1493) y la formalización del tratado de Tordesillas pasaron 13 años, una guerra que involucró a las tres potencias territoriales católicas por el control de la península (España, Francia y el Sacro Imperio) y un realineamiento de las alianzas monárquicas que derivo en la formación de la casa Habsburgo.
Apenas 25 años después de la llegada de Colón a América (1492) y luego del Tratado de Tordesillas, rubricado por el papa Julio II (1506), inició la reforma protestante en el centro de Europa, encabezada por Lutero (1517) pero continuada por Enrique VIII de Inglaterra (1534) y por el francés Calvino (1536). El cisma del cristianismo occidental debe ser interpretado -geopolíticamente- como una reacción de las demás monarquías católicas europeas (sobre todo la francesa e inglesa) a los privilegios que las potencias ibéricas recibieron por mandato papal con relación al reparto del mundo y como una reacción de las noblezas locales -del centro de Europa- a la unificación (1520) de la Corona española y el Sacro Imperio Romano Germánico, bajo la familia de los Austria o Habsburgo.
La reforma protestante (de la cuál hoy descienden el conjunto de los evangélicos), pudo haber sido una de tantas disputas en el seno de la Iglesia católica, sin embargo, cristalizó en el surgimiento de múltiples cultos escindidos del Vaticano porque recibió el decidido apoyo de diversas fuerzas políticas y económicas descontentas con el catolicismo. Una vez consolidados los protestantes en el poder (s XVII), las potencias del norte de Europa –que eran las mejor posicionadas para disputar el control de las rutas atlánticas- se lanzaron a la carrera por el reparto del mundo, desafiando a las potencias católicas y al propio Vaticano. El ejemplo más acabado de esta dinámica -por supuesto- fue el inglés, que llego al colmo de fundar su propio culto estatal (el anglicano), subordinado a los designios de su monarquía.
En 1599 se funda la EIC inglesa y en 1602 la VOC holandesa, ambas pertenecientes a potencias protestantes que no reportarían su quehacer al Vaticano ni a ninguna fuerza de control espiritual y extra territorial ajena a los propios intereses de las noblezas comerciales locales. Los gobiernos protestantes se desembarazaron, de esta forma, de las restricciones ético-morales emanadas por el poder papal y al mismo tiempo de sus prescripciones económico/políticas, para constituirse en poderes autónomos. Los intereses materiales fueron equiparados -de esta forma- a los espirituales, revirtiendo la mecánica histórica e inaugurando la era del mercantilismo, caballo de Troya por medio del cual se legitimó la usura, subvirtiendo más de tres milenios de prescripciones pluricivilizatorias en su contra, por el carácter socialmente disolvente de su práctica.
La biblia junto al calefón
Durante el transcurso de los siglos XVII al XIX las potencias usureras (protestantes) comprobaron sucesivamente la eficacia que -en términos materiales- puede reportar la inmoralidad frente a formaciones sociales aún sujetas al paradigma de supremacía de lo espiritual, alcanzando cotas realmente inéditas como lo fue la instrumentación del narcotráfico a gran escala para imponer sus designios a China.
El contractualismo inglés, primero y la corriente filosófica pragmática (yanqui), después, reforzaron -en clave secular- los principios ya propuestos por el protestantismo: primacía de lo individual por sobre lo comunitario, equiparación de lo material a lo espiritual y relativismo ético/moral.
Con el surgimiento de los burgueses, que desplazan al poder feudal y echan por tierra las bases de la sociedad estamentaria, surge la necesidad de una nueva forma de legitimación del poder, que -al igual que el sujeto que la encarna-, se encuentra estrechamente emparentada con la estructura social y el paradigma al cuál reemplazan; comparten –por así decirlo- una misma estructura molecular. El protestantismo, así comprendido, es el paso previo necesario a la lógica socialmente disolvente del actualmente llamado capitalismo salvaje, lo cual permite comprender porque el nuevo modo de producción y acumulación surgió y se consolido en las sociedades protestantes del mundo y no en las católicas, ortodoxas o aún en las islámicas, hindúes o confucianas.
El protestantismo debilitó los tabúes ético/morales comunitarios al punto de convertirse en un activo promotor de la equivalencia entre espíritu y materia. En los cultos ancestrales tanto orientales como occidentales (si es que podemos dar crédito a dicha división geocultural del mundo) el ascetismo, la humildad y la vida monástica, por ejemplo, se encontraban vinculados al ejercicio de una espiritualidad superior. Un buen hindú, cristiano o musulmán acaudalado, esta -por ejemplo- impelido a hacer obras de caridad o beneficencia y a compartir sus riquezas con los menesterosos. La acumulación individual de riquezas, según las doctrinas protestantes, lejos de significar una mayor responsabilidad para con la comunidad, es equivalente a una bendición divina.
El liberalismo inglés, paradigma legitimante del poder burgués, se constituye en la versión secular del protestatismo anglicano, toda vez que una mano invisible (¿y divina?) del mercado es la que regula misteriosamente la economía internacional y al conjunto de la sociedad (¿plan oculto de Dios?). El individuo y aún las naciones deben regirse por el interés egoísta y la acumulación de riquezas (¿bendición divina?) siendo algunos individuos y naciones favorecidos por sobre otros en base a sus atributos naturales (¿predestinación?).
Lo material pasa de estar subordinado a lo espiritual en las creencias pre protestantes a ser su paralelo en la mentalidad o ética protestante y finalmente con el liberalismo a revertirse completamente la ecuación: El espíritu se realiza a partir de la materialidad (comprendida ésta como la acumulación de riquezas). Por ello es, sintetizando la cuestión, que un facineroso e inmoral como Milei pudo llegar a presidir nuestra heroica nación.

Hacia el minotauro global
Entre fines el s XIX (reparto de África) y principios del XX, ya impuesta la primacía de lo material por sobre lo espiritual, se alcanzaron nuevas cotas llevando a las guerras más destructivas e infames de las cuáles tenga registro la humanidad. El nuevo orden mundial emergente de la IIGM establecía la primacía norteamericana (encabezando la anglosfera, junto a Inglaterra y su Commowealth) y el proceso de descolonización de las periferias mundiales, pero no para favorecer una nueva era de respeto y concordia entre los pueblos sino para establecer un nuevo reparto entre las potencias triunfantes, con la misma lógica que se “liberaba” a los siervos de la gleba o esclavos para engrilletarlos, acto seguido y a un menor costo, como desposeídos asalariados.
En la década del ´70 los acuerdos de Breton Woods estallan por los aires cuando Nixon, apremiado por los reveses externos (Vietnam) y la inestabilidad interna (radicalización de los desposeídos e inferiorizados), decide la libre flotación del dólar, desanclándolo del patrón oro y desatando un proceso estanflacionario a nivel mundial. Los yanquis, que producen petróleo y son dueños de la moneda en la cual se comercializa, dan vía libre a los incrementos de precios del crudo llevados adelante por sus aliados en la OPEP e incrementan paulatinamente la tasa de interés en su Reserva Federal, dando como resultado un circuito especulativo a escala planetaria: El aumento del crudo incrementa los costos industriales de sus aliados europeos y asiáticos (que no poseen petróleo y deben importarlo) favoreciendo una masiva fuga de dólares desde todas las potencias industriales subalternas a los enclaves productores de petróleo, que actúan como intermediarios y terminan remitiendo esos mismos petrodólares a Wall Street, donde se multiplican de forma usuraria por el incremento de tasas.
La revolución iraní del 79, ubicada en el corazón petro-árabe del mundo, puso en riesgo el plan yanqui pues se convirtió en un foco de proyección geoespiritual para toda la región, favoreciendo el reemplazo en la Casa Blanca de las palomas -encabezadas por Carter- por los halcones -encabezados por Reagan-, quién formará en el 83 nada menos que el Comando Central (USCENTCOM) de sus fuerzas militares desplegadas, en la región del Golfo Pérsico. La formación de la USCENTCOM pone de relieve -de forma cabal- la relevancia que para el nuevo plan de dominación mundial yanqui tenía el control del petróleo y la posterior especulación financiera a través del manejo antojadizo del valor del dólar, explicados en el párrafo anterior. A este plan, sostenido ideológicamente por la distención de las restricciones ético/morales promovidas por el protestantismo/liberalismo, se lo denominó posteriormente neoliberalismo.
Hay que sopesar, por otro lado, que en la guerra fría industrial la capacidad para movilizar mano de obra y recursos soviética era superior a la norteamericana, máxime si se tiene en cuenta la ubicación geopolítica de cada una de estas potencias. EEUU se encontraba sobre extendido económica y militarmente, financiando el desarrollo dependiente de Estados vasallos como la RFA, Corea del sur y Japón, al otro lado del Atlántico y del Pacífico. La relocalización industrial a gran escala, promovida como globo de ensayo a partir del surgimiento de organizaciones regionales como ASEAN (67), comenzó a tomar forma, ya que garantizaba a los capitales financieros de la anglosfera unos costos muy bajos de mano de obra y una mayor competitividad logística para penetrar en los mercados más grandes (demográficamente hablando) del mundo.
Lo fundamental para la anglosfera, un poder que se proyecta multimodalmente sobre el resto del mundo disimulando su estrategia de dominación a través del protestantismo/liberalismo, en ese entonces, era quebrar la lógica de la guerra fría industrial para resetear la jerarquía mundial de forma que garantizase su hegemonía, haciendo valer su superioridad financiera y tecnológica: La usura se convirtió en el santo y seña del poder mundial. La dinámica, para ser sinceros, no fue muy distinta a la que protagonizó la corona británica durante la segunda revolución industrial (1870-1914), en el transcurso de la cual, ante el avance de las potencias industriales emergentes que la fueron desafiando de forma creciente, termino atrincherandose en su primacía financiera, diplomática, tecnológica y de manera decreciente en el control de los mares. En los 70, sin embargo, comprendiendo los riesgos que supuso en el pasado no poder controlar las variables de la economía real y reforzada por la torpe y brutal capacidad disuasiva yanqui, se sumó a la fórmula original inglesa un condimento determinante: El control de las fuentes energéticas de manera indirecta, por medio de la sujeción financiera explicada anteriormente, para así mantener a raya a las potencias emergentes.
El control usurario de la actividad productiva y creativa de la humanidad, buscaría ser consolidado por el eje anglosajón (inglés y norteamericano), por segunda vez en el transcurso del siglo XX, lo que sería sintetizado de forma descarnada por la criminal de guerra M. Thatcher (1981) en una frase que pasaría a la historia: “La economía es el medio; el objetivo es cambiar el corazón y el alma”.

La guerra ético/moral
No es casualidad que Milei, hecho el breve repaso histórico realizado en los párrafos anteriores, tenga una visión puramente financiera y especulativa (anti económica), ya que es producto de una educación universitaria totalmente subordinada a los designios de la anglosfera. En consecuencia, también es lógico que se haya proclamado admirador de M. Thatcher y que sea un lame botas del poder mundial anglosajón del que es discípulo. Lo que no tiene sentido, a simple vista, es que en nuestro país un sector tan importante de la población se haya identificado –al menos en parte- con un discurso que representa en tantos aspectos lo contrario a nuestros valores históricos.
Tomando como punto de partida que tenemos una Constitución hecha “a imagen y semejanza” de las confeccionadas por los países centrales y una dirigencia histórica cipaya (la que triunfo en Caseros) que aborrece de nuestra herencia hispánica y de nuestra confección ética y cultural criolla (de frontera), ya nos aproximamos con fuerza a lo que nos pasa actualmente. Es muy fuerte la intrusión cultural y el proceso de homogeneización (incluso idiomática) a través de la industria del cine, la musical o de la modelización de los hábitos y costumbres a través de las pautas de consumo; incluso los pibes y pibas que “triunfan” actualmente en la producción musical son empleados precarizados de Youtube y dependen en gran medida de las Apps y programas de edición de sonido que nos llegan desde el centro.
Nuestro entramado económico/productivo se encuentra, fundamentalmente de 1880 para acá, totalmente subordinado a los intereses y necesidades de las potencias extranjeras e intervenido por multinacionales que remiten -obviamente- sus utilidades permanentemente a los países del centro, drenando nuestras riquezas. También padecemos la sujeción del entramado académico, que replica los paradigmas de “los países serios”, está infiltrado por sus redes de financiamiento y sanciona lo que puede o no se convalidado por el resto de la comunidad científica a través de sus “revistas especializadas”. Por último y tal vez de mayor relevancia, tenemos intervenida nuestra forma de relacionarnos, comunicarnos y pensar por medio de Apps -todas bajo control de las distintas potencias, fundamentalmente de la anglosfera- que provocan la atomización social a nivel individual, el sueño húmedo del complejo ideológico usurero protestante/liberal.
En su alegoría de la caverna, Platón, describe el grado de enajenación al que es sometido un grupo de hombres que nacen en cautiverio, dentro de una caverna, sin posibilidad de salir y observando las imágenes distorsionadas que se proyectan en las paredes de la misma. Se refiere, el filósofo griego, a la posibilidad de manipular los sentidos para condicionar la percepción de lo real, algo no muy distinto a lo que ha logrado imponernos el poder anglosferico según he enumerado -brevemente- en los párrafos anteriores.
Ahora bien, imaginemos si a una serie de condicionamientos (no poder salir de la caverna) y manipulación de las percepciones (observar permanentemente imágenes distorsionadas) le sumáramos la capacidad de recrear una realidad ficticia, proveyendo pruebas fácticas para persuadir a los incrédulos. Desde tiempos inmemoriales el conocimiento o “información privilegiada” ha constituido el puntal de los andamiajes teocráticos: Los sumos sacerdotes en distintas culturas han sido los depositarios de conocimientos astronómicos, atmosféricos e hidráulicos que han devenido estratégicos, por ejemplo, para las economías agrarias. Estos conocimientos especiales, monopolizados por grupos cerrados dedicados al culto, no era compartidos abiertamente con los demás habitantes que acudían a ellos sino bajo la forma de una cosmovisión mágico teísta. El sumo sacerdote, así plantado, no era advertido por su entorno como el poseedor de conocimientos especializados sino como el articulador, interlocutor o mediador de los intereses terrenos (humanos) frente al mundo mágico o superior de la o las divinidades. El sacrificio o la ofrenda a los poderes superiores eran regulados por el chamán o sumo sacerdote, quién a través de la adivinación o el ritual, podía anticipar fenómenos más allá del control humano y el saber general (como eclipses), ratificando de esta forma su poder superior frente a los creyentes.
Tanto la división internacional del trabajo como la especulación financiera se presentan ante nosotros, simples mortales, con la fuerza que para los campesinos de otrora se les presentaban las cosmovisiones teístas o mágicas, sólo que revestidas por fundamentaciones matemáticas y pseudo científicas en lugar de rituales. Desde Washington, por ejemplo, deciden lanzar un plan que generará estanflación a nivel mundial y en cada país los “especialistas” inventan formas creativas de explicar el “fenómeno”, se analizan las consecuencias, los antecedentes, los indicios pero no la decisión y el truco del mago queda a salvo. Lo que ocultan estos cultos es a los poseedores de la “información privilegiada” y cuando recrean sus estafas de modo coordinado lanzan explicaciones pomposas y abstractas que rápidamente son materia de estudio para los académicos y agitación para los periodistas de turno. Es así como un “economista” chamanico del estilo de Milei puede llegar a presidirnos; un “especialista” que no sabe nada sobre producción o administración y lo único que hace es lanzar números y fórmulas matemáticas creativas para cautivar, rabieta de por medio, a los desprevenidos.
Nuestro pueblo y el grueso de los pueblos del mundo están siendo ofrendados al altar del Dios mercado, la palabra de Dios, Yahvé o Allah (de las culturas abrahámicas), las enseñanzas védicas, budistas, taoístas, confucianas, animistas, de la fertilidad o la espiritualidad ancestral están siendo reemplazadas a cañonazos por la contabilidad creativa y la tiranía de los números. Lo virtuoso, lo moral, lo heroico y lo ético, en definitiva: ¡Lo humano!, se disuelve en la búsqueda famélica e insaciable de acumular por acumular, producir por producir y consumir por consumir a que nos lleva el vacío existencial, espiritual y la ausencia de propósito a que nos condena la tiranía de la mercancía. El usurero e inmoral, el evasor y egoísta, es elevado de entre los condenados al podio de la ejemplaridad y sectores cada vez más amplios de la población pasan de la incredulidad al escepticismo y del escepticismo a la búsqueda de su emulación.

Es necesario que nos hagamos carne de esta lucha y nos dispongamos a predicar con el ejemplo, forjando el temple para enfrentar con fanatismo a quienes atentan contra nuestros valores históricos humanistas, integracionistas y populares. Con quienes vulneran los derechos de nuestros niños y ancianos, desamparan a los desvalidos, entregan nuestra soberanía y viven de la usura no puede haber dialogo ni negociación posible. Hay que ponernos en pie de guerra, de una guerra a muerte, pues no se trata de una simple lucha por la cuota parte de bienestar que toca a cada uno, sino de una guerra por la supervivencia de nuestro pueblo…
De lo que se trata es de recuperar nuestro corazón y nuestra alma.